Cómo cada año, México se prepara para la temporada de lluvias y con ello la llegada de los fenómenos meteorológicos que mayor atención guardan entre la población, principalmente a quienes viven en zonas costeras tanto del litoral del Golfo de México (Atlántico) cómo en el Pacifico, los huracanes o ciclones tropicales.
El nombre correcto de los fenómenos climáticos es el de ciclones tropicales, que son uno de los fenómenos naturales que provocan mayores pérdidas económicas cada año, debido al incremento de los asentamientos humanos en zonas de riesgo y a la degradación ambiental producida por el hombre.
Un ciclón tropical es una masa de aire cálida y húmeda con vientos que giran en forma de espiral alrededor de una zona central, en el hemisferio norte es en sentido contrario a las manecillas del reloj (en el sur es al revés, se le denomina ‘Efecto Coriolis’). Se forman en el mar, cuando la temperatura es superior a los 26º C y es muy poco probable (pero no imposible) que se generen también en el hemisferio sur.
Los ciclones tropicales se clasifican en tres tipos de acuerdo con la velocidad de sus vientos máximos; la primera se llama depresión tropical, cuando sus vientos son menores a 63 km/h; la segunda es tormenta tropical, que comprende vientos entre 63 km/h y 118 km/h y la tercera categoría es la de huracán al presentar vientos con una velocidad mayor a los 118 km/h.
Los terribles daños de Paulina
En el litoral oaxaqueño se han presentado en los años recientes, fenómenos que han socavado no sólo las playas y zonas aledañas en las que las lluvias y los escurrimientos, así como el desbordamiento de los ríos han dejado decenas de damnificados o daños materiales, es materia de Protección Civil cada año, pero hubo uno en especial que no sólo dejó daños materiales, sino que mostró que también puede acabar con vidas humanas.
Hablamos del huracán Paulina, el cual azotó el litoral del Pacífico Sur en octubre de 1997, dejando una estela de daños materiales y de fallecidos tanto en Oaxaca como en Guerrero, especialmente en los puertos de Acapulco y Puerto Escondido en Oaxaca.
Paulina se originó de una onda tropical el 5 de octubre 1997 a 410 km al sur-suroeste de Huatulco, Oaxaca. Inicialmente tuvo un desplazamiento con dirección hacia el este, pero luego giró hacia el nor-noroeste.
Durante el día 7 de octubre, Paulina registró su máxima intensidad alcanzando la categoría 4 en la escala de Saffir-Simpson con vientos sostenidos de 215 km/h y rachas de hasta 240 km/h.
Para la tarde del día 8 de octubre, tocó tierra cerca de Puerto Escondido, Oaxaca provocando serias afectaciones en la costa oaxaqueña, miles de personas quedaron sin techo, sin sus parcelas, animales de corral, con frio y sin apoyo durante las primeras horas, además de que estuvieron incomunicados por la fuerza del agua de los ríos y los fuertes vientos.
Ya en la madrugada del 9 de octubre, se estacionó en el estado de Guerrero dejando al puerto de Acapulco prácticamente destruido, Paulina se disiparía en las primeras horas del día 10 de octubre en el estado de Jalisco.
Paulina produjo una torrencial precipitación récord en Acapulco de 411,2 mm acumulados en menos de 24 horas.
Las inundaciones, crecientes de los ríos y deslaves afectaron severamente una de las regiones más pobres de México dejando cerca de 400 personas muertas. Más de 300 000 personas quedaron sin hogar y se registraron daños por cerca de 80 mil millones de pesos de aquel año, cerca de 7 mil 500 millones de dólares.
Por esa razón y los fuertes daños que produjo, el nombre de Paulina está excluido de las listas que se generan cada año para identificar a los huracanes de cada temporada, tal como Patricia, Katrina, Stan o Gilberto.
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